No es ni mucho menos el partido que encabeza Pablo Iglesias el más democrático que existe, pero hay algo todavía para mí peor y es que, no es Podemos quien está fortaleciendo al Partido Socialista. Es al revés.
Confío en que Pedro Sánchez no pasará a la historia por el aprobado que hasta ahora ha conseguido y que sabrá reflotar lo que muchos parecen empeñados en hundir. España necesita un gobierno estable que siente unas bases de futuro que permitan hacer políticas modernas para con ellas conseguir el esperado crecimiento.
Sería lógico pensar que el mayor representante de los socialistas jamás arrimara el ascua a la sardina del que pudiera ser su enemigo directo. Pero lo verdaderamente absurdo es que siga haciendo fuerte a la corriente que representa Iglesias.
Se me acabó el argumento de la incultura electoral para definir ese voto generalizado que se realiza por antiguas ideas o tendencias políticas familiares, sin ir más allá. Se me acabó por la sencilla razón de que, el panorama político que se presenta demuestra que todo, por norma general y a vista de pájaro es malo.
Desde ese punto de vista y cambiando de color, me resulta igualmente imposible que después del discurso anticorrupción de estos partidos emergentes, sea Rivera el que apoye al centro derecha en muchos lugares de la geografía.
Por tanto, me pregunto quién será el primero en bajarse los pantalones estando claro que, en todas y cada una de las negociaciones, todos tendrán que dar marcha atrás en cuanto a las promesas realizadas antes de los comicios.
Ya no vale la lista más votada. Tampoco vale crear gobiernos con partidos que mantengan imputados en sus filas y mucho menos es válido tratar de juntar polos opuestos. Ante este panorama, me podría contestar alguien, ¿qué estabilidad de gobierno vamos a tener? Y ¿A dónde anclarán los ciudadanos sus esperanzas?
La clase política no es lo malo. No nos equivoquemos con esa sentencia porque lo malo son los indeseables que a través de las instituciones han arruinado literalmente el país.
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