La diferencia entre aquello que realmente se siente en
contra de lo que uno hace, se llama hipocresía. En el ámbito político hay mucho hipócrita. Este adjetivo es
una característica propia de este oficio. A la hora de hacer un programa para
conseguir ser el más votado o cuando nos subimos a una tribuna para desde allí
conseguir el afecto que en forma de votos necesitamos, desarrollamos ese arte
que sobre la marcha podría tener cierto tipo de perdón.
Lo verdaderamente vergonzoso del tema es cuando uno de estos
políticos de medio pelo se obceca en defender una y otra vez algo en lo que
jamás ha creído. Éste es el caso del Secretario General de la Agrupación
Socialista de Torrejón de Ardoz.
Difícilmente enfundado en una digna camiseta verde y, en
protesta a las actuales políticas del gobierno, el Secretario General de los
Socialistas de Torrejón se ha paseado por decenas de lugares enarbolando la
bandera de la enseñanza pública. A través de su propia imagen y en numerosos
foros, esta agresión a la política ha referido discursos con la única base de
argumentar que lo público es mejor y es lo que tenemos que defender. Más tarde
y cada mañana acude a dejar a su descendencia a un colegio privado-concertado
situado en la citada localidad donde divulga su discurso político.
Cada uno elige la educación que quiere para sus hijos y no
hay ningún delito en ello. Respeto las decisiones que cualquier tome en esa
materia, pero lo que no se puede consentir es que un representante político
carezca de todo sentido de la dignidad y que no predique dando ejemplo a la
gente que le ha elegido para estar ahí. Solo hay una manera de demostrar en lo
que creemos, y esta es querer para nosotros lo que defendemos para los demás.
Esto no es más que un simple ejemplo de la situación actual
que, dentro del ámbito político, representa la izquierda en Torrejón.
Hipocresía para mantenerse en el puesto que les da de comer a través del engaño
a los torrejoneros.
Hablar de socialismo en Madrid significa hablar de una
enfermedad terminal que sin remedio le consume. Tomás Gómez Franco va a
terminar por si solo con las ilusiones de la buena gente de izquierdas y no nos
damos cuenta de que ese final repercutirá de forma importante en la sociedad.
La existencia de este tipo de gentuza, que viven desde la
más absoluta falta de empatía, está dando lugar a falsas opciones de izquierda
que a través de metódicos e inteligentes charlatanes nos engañan sin rubor,
haciéndose acreedores del voto de la maravillosa sociedad en la que vivimos.
Pero lo más grave de todo es que, desde estamentos
superiores seguimos permitiendo la incomodidad que produce esta insignificante
parte visible que no gobierna ni dirige nada, pero que a través de ella se
pueden llegar a componer el gobierno de un país.
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