Deambulamos esperando el último suspiro de una vida en la
que, la gran mayoría pretende estar muchos años. Nacemos y empezamos a recorrer
un camino en el que día tras días nos preparamos para ese momento final. Somos
poco conscientes de que todo está basado en el tiempo y solo de él dependemos.
Aristóteles pretendió hacer creer que la felicidad solo se
alcanzaba desde la racionalidad del pensamiento para medir las consecuencias de
nuestros actos. Así, la elección entre lo bueno y lo malo para salvar nuestra
conciencia, sería el camino para alcanzar el mejor estado mental.
La vida avanza y cuando más pensamos que hemos evolucionado
en la comprensión del entorno que nos rodea, descubrimos novedades que nos
obligan a preguntarnos muchas cosas. Nos partimos el alma durante décadas y
después de todo, ni somos los mejores ni tan listos como pensábamos, porque siempre
llega alguien que te desarbola, te encoje y te hace poner los pies en la
tierra.
¿Imaginación? He llegado a la conclusión de que nuestros
miedos y la mayoría de los problemas que nos generamos son producto de la
imaginación. No me refiero a lo tangible, pues todo lo que se puede tocar y
tenga o no solución se puede articular para dejarlo lo más ordenado posible.
Los verdaderos problemas están en nuestra imaginación y forman
parte de nuestras creencias.
Cada persona ocupa un hueco y normalmente todos partimos de
uno equivocado. Nuestra inexperiencia para tomar decisiones nos convierten en
infelices y es posteriormente cuando solo disponemos de una transición que nos
devuelva sobre nuestros pasos para que una nueva oportunidad repercuta en
nosotros mismos.
El problema viene dado cuando no puedes cambiar los hechos
ni olvidar los recuerdos. El verdadero dolor surge cuando los errores del
pasado forman parte de nosotros hasta un punto en el que nos tendríamos que
convertir en algo más que héroes para cambiar su repercusión en el presente.
Imaginamos un pasado diferente y a la vez no podemos
cambiarle. En definitiva nos quedan muchas noches de no dormir. Nos quedan
tantas como días quedan hasta que llegue el último suspiro.
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