Los delitos sexuales son unas de las más
terroríficas acciones que el ser humano puede cometer. El abuso de poder sobre
la víctima, la fuerza bruta utilizada sobre ellas y su edad hacen
que la sociedad sienta el mayor y más profundo asco estos días. Una pronunciada arcada motivada al descubrir que se ha convertido en habitual leer semejantes
atrocidades en los medios de comunicación y que la noticia destile que el
mutismo sobre estos actos ha sido la nota predominante hasta el momento de su
denuncia.
La Policía Nacional ha detenido a un
profesor de un colegio de Madrid. Andrés Díez, el maestro de música y filosofía
del centro Valdeluz Agustinos, un centro concertado situado en el norte de la
capital está acusado de presuntos abusos a menores, violación y exhibicionismo a
alumnos de entre 12 y 17 años.
Cuando es el colegio o el instituto el
entorno en que se producen estos hechos, los mismos se convierten todavía más
en repulsivos y los agravantes, degradan más todavía si cabe al humano,
transformado en el vil brazo ejecutor de este tipo de acciones.
No es la primera vez ni será la última.
Y no es la primera vez que por unas u otras razones me afecta este asunto
todavía más de lo que a cualquier persona con dos dedos de frente le podría
afectar.
Recuerdo la alegría que sentí en el año
2011 cuando la Audiencia Provincial de Madrid condenó a 19 años de prisión al
hombre acusado de abusar de una menor de 13 años que asistía al Instituto de
Educación Secundaria Isaac Peral de Torrejón de Ardoz. La cercanía física con
ese centro y el error que cometí al llevar a mis hijos a estudiar al mismo,
siendo entonces yo desconocedor del tema, hacen que delitos de este tipo me
produzcan verdadero asco.
Tal y como quedó demostrado en su
momento, esta niña de 13 años fue prostituida durante tres años. Más de 1.090 días
de continuadas violaciones y vejaciones. Era desde las mismas puertas del
centro desde donde era trasladada a la cercana localidad de Arganda del Rey.
Allí, se denigró su cuerpo, se esfumó su infancia, se cegó su adolescencia y, posiblemente,
se perdió su vida. Una vida de solo 13 años.
¿Pueden los responsables de los centros
educativos evitar este tipo de actos? Tengo hijos y unos cuantos años de
experiencia entre colegios e institutos y sé que existe mucha diferencia entre
unos y otros. La preocupación y la empatía de la cúpula directiva de cara al
alumnado no es la misma en unos sitios que en otros.
Hoy me he sentido mal al leer que el
director del colegio Valdeluz Agustinos también había sido detenido. Mis hijos
fueron al centro donde estudiaba aquella menor que durante tres años fue
violada sistemáticamente y no comprendo cómo el director del mismo no detectó
ningún problema en una alumna que acudía con más o menos normalidad a clase. ¿Miedo,
despreocupación, falta de profesionalidad? Nada justifica el hecho de no evitar
aquella atrocidad ni frase que excuse la ignorancia al respecto de lo que
estaba ocurriendo.
Hoy en día, mis hijos estudian lejos del
Isaac Peral de Torrejón de Ardoz. Ahora, son dos los sentimientos enfrentados. El dolor que produce la información sobre
supuestos criminales frente a la alegría de saber que mis hijos están
protegidos por profesionales altamente cualificados, que me demuestran su
preocupación por ellos cada día.
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