Cuando leo que la que denominan Infanta Cristina
y su marido Iñaki han recibido tres cuartos de millón de euros en concepto de
asesorías inexistentes, se me queda cara de tonto. Lo que no entiendo es la
cara de asco que de forma permanente exhiben estos dos de momento supuestos
delincuentes de guante blanco.
Hay que castigar al carterista que desde una
escala de grises, extrae réditos de la forma más romántica posible. Es lógico
condenar al que corre con cara de emoción, al saber que sus hijos comerán el
pan que acaba de robar.
La justicia con la que compensamos los pecados
que se producen sobre la sociedad por parte del individuo, se trata de
diferente manera dependiendo en qué rincón del mundo nos encontremos.
En estos momentos me viene a la cabeza la
histórica ley del talión. Algo que se concibe como forma de reposición
equitativa del daño hecho. Justicia lógica como concepto pero fuera de lugar al
contemplar la venganza como parte del objetivo final. El ojo por ojo y diente
por diente o la misma ley basada en extrañas religiones que operan a modo de
secta nos han dejado estremecedores testimonios a lo largo de la historia.
Si a Shine Abucar Hassan le cortaron la mano por
robar un colchón según dicta el Sura 5, Aleya 34 del Corán que, "al ladrón y a la
ladrona, cortadlos las manos como retribución de lo que han cometido,
como castigo ejemplar de Ala. Ala, es poderoso, sabio", me pregunto que le cortarían a Iñaki si Ala
tuviera que ser juez y verdugo de ser probados los delitos de los que supuestamente
se le acusa.
¿Los huevos?
¿Los huevos?
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