Es como concepto emocional y lejos de referirme al ámbito físico, el material más duro que hay. Más que el diamante pero penetrable, reune artimañas suficientes para confundir incluso, al soporte que la integra. Sin a veces reacción y apática o todo lo contrario, esta facultada para llegar al fondo del abismo, pero siempre se queda jugando con los delfines. El odio, la soberbia, la rabia y la envidia, destronan su poder y la convierten en el más insensible e inservible de los elementos. Activada por la lujuria y el egoísmo, alberga intereses de poder que la convierten en esclava del alma que alberga dentro. Nada en ella brilla, antes se apagó en el mundo de los sentidos. Puede perder con orgullo lo que más quiere y asumir autodestrucción en base a su infinita cobardia. Grotesca prepotencia de tiempos pasados alimentada en la dejadez. Dureza que aleja su complejidad del gusto por la sencillez y agota las pocas posibilidades de al menos intentarlo.
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