miércoles, 10 de abril de 2013

Jauría de leones


Llamaré tigres al grupo de políticos honorables que, por vocación, se dedican a procurar lo mejor para los ciudadanos. Al resto, leones. En este grupo englobaré a los que usan el oficio para provecho particular, corruptos, oportunistas y también a los tontos.

Pensando en los tigres, no hay mucho que decir. Simplemente agradecer la profesionalidad que demuestran, entendiendo que gracias a ellos las cosas al menos se intentan. Para eso están y para eso se les elige. No obstante, reitero mi agradecimiento.

Ahora imaginemos que, a vista de pájaro, clasificamos subgrupos dentro del global de los félidos y así organizamos un ficticio y complicado paisaje.

En primer lugar, divisamos leones que deambulan por la costa valenciana y que no pagan sus trajes. Mientras, otros se afianzan entre las Matas de la vegetación mallorquina y que esperan condenas en firme por delitos de malversación, prevaricación y cohechos.
Al sol andaluz, un grupo de ejemplares trapichea con las hienas y allí, a lo lejos, el más grande y hermoso de todos. Un recién llegado de la montaña que sabe disfrutar de las pequeñas charcas que todavía mantiene la zona de bárcena.

Unidos por el ecosistema, interaccionan con las demás especies animales y algunas de sus voces sobresalen por encima de las brumas que la humedad mantiene. Otras, resuenan a modo de siniestros zumbidos que confunden, equivocan y engañan a los demás habitantes que postrados a la sombra de las acacias esperan la llegada del tiempo seco. 

Parapetados entre las matas y lejos de esas bárcenas que la retirada del río convertirá en árido terreno, existe lo que yo denomino leones del género tonto. Una subespecie de baja calaña que contiene manipulables especímenes, y que a su vez son capaces de vivir del cuento, aprovechando la carroña desestimada por los grandes protagonistas de este hábitat. Tontos y vagos profesionales que arrastran una panza engordada a golpe de cautiverio moral, siempre dependiente de sus tiranos y maquiavélicos “jefes”. 

Incrustado en el grupo, forzado a formar parte de algo que no entiende y que no conoce, anacrónico ejemplar sin facultades para aparearse, que lejos de lo impoluto como calificativo del alma e incapaz de rectificar consabidos errores no forzados, se la juega siempre al regocijo del superior ente que maneja caprichoso su vaivén. 

Cuando alguien comete un error y no rectifica, el problema no es ya el error en sí. Lo peor es que al no reconocer nuestra ignorancia e incapacidad, nos exponemos al siempre ser superior que tenemos por encima de nosotros y que probablemente esté muy cabreado.

Desde hoy, trataré a las manadas de Leones como trato a los Perros cuando me los encuentro en forma de jauría. Jauría humana.



1 comentario:

  1. Estimado señor Balsalobre, yo añadiría algo más parafraseando al "gran" Torrebruno y tremendamente aplicable al artículo.

    Tigres, tigres, leones, leones.
    Todos quieren ser los campeones.

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