Colaboración de Cesar Giner
Profesor Titular de Derecho Mercantil en la Universidad Carlos III. Madrid.
Los europeos debemos realizar un gran esfuerzo colectivo para solucionar el problema del euro. La desaparición de la moneda única acarrearía un gran daño a todos los Estados de la Unión Europea, y sería especialmente gravoso para España, que con muchas probabilidades daría un enorme paso hacia atrás en la prosperidad ganada durante varios decenios, cayendo en una situación de crisis económica, desempleo y emigración permanente que alimentaría las rencillas con otros Estados de la Unión, y abriría el paso a posiciones políticas extremas que cuestionarían el modelo de sociedad abierta que ordena hoy la convivencia entre los españoles. No queremos, ni debemos, regresar a la España de los años cincuenta de la pasada centuria.
El diseño del sistema monetario europeo ha sido un completo fracaso, y existen importantes diferencias de competitividad entre los Estados de la Unión, lo que demuestra que el proceso de convergencia de las economías de la zona euro, uno de los objetivos principales de la Unión Europea, tampoco ha tenido éxito. La responsabilidad de estos errores es de todos los Estados de la Unión, y se corresponde con un mal diseño del euro y de la política económica. Los Estados de la Unión tienen, en lo inmediato y con carácter de urgencia, la obligación de reparar el daño causado a la ciudadanía europea por esa herencia que nos dejaron al diseñar mal la Unión económica y monetaria, y deben activar mecanismos de lucha contra las recesiones en los Estados que las padecen y aportar los recursos pertinentes.
Al mismo tiempo, el futuro de la Unión Europea no puede dibujarse como un sistema por el que unos Estados realicen transferencias permanentes a otros. Esto sería insoportable para muchos ciudadanos europeos que retirarían su apoyo a una Unión Europea que les impondría constantes sacrificios. Por ello, España debe hacer sus deberes y liderar un proyecto colectivo de salida de la crisis cimentado en un gran consenso entre las fuerzas políticas y los agentes sociales que ofrezca a la ciudadanía un rumbo claro por el que merezca la pena esforzarse, y que genere confianza en nuestros socios europeos, que podrán explicar a sus ciudadanos que merece la pena aportar recursos y apostar por la Unión, porque en el futuro los Estados que ahora requieren apoyo para superar sus recesiones habrán construido una economía sostenible y más competitiva. Aboguemos en la política española por el consenso y el diálogo para construir un proyecto común, y rechacemos las posiciones extremosas de algunos políticos radicales que probablemente por ignorancia, y desde la demasía y los propios intereses espurios, ponen trabas a la mejor salida de nuestra crisis.
Existen en España muchos proyectos económicos que merece la pena apoyar por su capacidad para incrementar la competitividad de nuestra economía, y con ello el crecimiento económico y el empleo. Veamos algunos. De un lado, la apuesta por las energías renovables. El cambio de modelo energético es un gran proyecto para el futuro de España que ha despertado el interés de muchos emprendedores españoles que hoy son referencia en el mundo por su labor de I+D+i en energías renovables. Y, de otro lado, en Getafe hay que promover con firmeza el polígono tecnológico Carpetania II, casi cuatro millones de metros cuadrados de suelo industrial que deben acoger proyectos relevantes de I+D+i que generarán más de 20.000 empleos en la ciudad. El impulso de la Carpetania II exige más diálogo y más voluntad política de la que hasta ahora ha empeñado el Alcalde del PP, Juan Soler.
Se dice que las mejores medidas públicas rara vez son adoptadas a consecuencia de una sabiduría previa, sino que resultan forzadas por la ocasión. Y no encuentro mejor ocasión que esta para discutir y buscar a través del diálogo, como decía Ortega, una sincera coincidencia entre todos que nos permita construir un Estado de las oportunidades para que los ciudadanos puedan llevar en España y en Europa, la vida que desean.
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