Seguía sangrando.
Al girar la cabeza se encontraba a su izquierda con uno de ellos y más allá casi en la esquina del sillón el mayor miraba hacia la televisión. Allí estaban los dos. Y sabía que eran las dos únicas razones por las que ya no había marcha atrás.
La figurada sangre seguía saliendo en silencio y mientras por un recuerdo el calor cerraba la ventana que no dejaba escapar la tristeza.
Él trataba de parar la hemorragia que su alma padecía. Algo se había roto y continuar no era una opción posible.
Pandora se había quedado con más y las alas de Ícaro habían sido cortadas antes de que el calor derritiera la cera.
No había más record que batir. Todos estaban cumplidos y no cabían más palabras.
Las sentencias y el asco en ellas producían un miedo que empujaba el inmenso dolor hacía sus ojos. Solo en ese momento quedaba fuerza para pensar en la siguiente frase. En su eco. En el retumbar de los sentidos.
Terror.
Seguía sangrando.