Siempre nos han dicho que dejar de comer es malo y que hacerlo nos puede matar. Esta frase que parece lógica y normal, por ser lo que siempre nos han contado, nada tiene que ver con la realidad. Lejos de querer entrar en discusiones, soy de los que piensa que las cosas se demuestran con hechos. Y es así, como hace ahora seis años que hice el primer ayuno radical de mi vida.
Quizás lo hice porque se me habían acabado los retos que mi cabeza era capaz de entender o simplemente estaban a mi alcance. Tengo que decir que admiro a personas que tengo a mi lado, ya que no soy capaz de correr lo suficiente para completar una maratón y aunque me he subido en algún pico importante, no tengo hoy en día la capacidad de irme a pagar por hacer un ochomil.
Entendiendo lo que he querido decir, siempre he pensado que el poder de la mente es actualmente desconocido por la humanidad y que aunque no entendamos todo lo que pasa a nuestro alrededor, absolutmente cada una de las cosas que suceden, tienen una explicación.
Nos dicen que comer es algo normal y no seré yo quien desmienta eso, porque entre otras cosas, la gula podría ser uno de mis mayores pecados. Pero siguiendo con esta aburrida introducción, de un texto que recomiendo dejar de leer, me pregunto como ha sido la evolución de la nutrición en cuanto al ser humano se refiere desde aquel primer hombre de las cavernas. La verdadera evolución. A esa me refiero.
Hace seis años conseguí estar un mes sin comer nada. Esto dicho así puede mal entenderse o creer que pasé por un proceso de dietas con ciertos líquidos que me cubrian las necesidades básicas. No es así, ya que cuando hablo de no comer nada, me refiero a no comer absolutamente nada durante un mes. No contento con esto, al año siguiente me mantuve en ese estado durante cuarenta días y ya en 2018 fueron sesenta.
Hace una semana que empecé el séptimo proceso de ayuno radical de mi vida. A estas horas se están cumpliendo siete días desde que me metí en la boca el último alimento. ¿Cuánto aguantaré esta vez? No tengo ni la menor idea. Ya sé que soy capaz de no consumir ningún alimento durante más de dos meses y esto ya no supondría un reto para mi, fuera de que me planteara estar tres, cuatro, cinco o seis, cosa de lo que me creo totalmente capaz. Y este texto no es igual que aquel primero al que me puedo remitir, donde analicé todo mi proceso día a día durante cuarenta días y después cincuenta, en algo que entonces era una novedad. Pero si me apetece escribir sobre ello para contribuir a desmontar creencias falsas y que llenan artículos científicos y de opinión, sobre por ejemplo nutrición, lo que podría ser una de la mayores supuestas estafas a las que estamos sometidos.
Me gusta comer y disfruto con ello. Sería de los que acudiría a un concurso de comer y lo ganaría. Verdaderamente soy un desastre andante, sin disciplina ni control sobre la mayoría de las cosas que no me importan y comer en demasía hasta reventar, no me supone ningún problema, porque llegado el momento soy capaz de conseguir dejar mi cuerpo totalmente limpio y nuevo. Sencillamente dejo de comer durante semanas. Así de fácil. ¿Quíen da más?
Hoy tenía una conversación con una de las personas importantes de mi vida. Hablábamos sobre vicios, porque posiblemente los hemos tenido todos. Criticábamos sin control a otros y queridos terceros, que no veíamos como nosotros, ya que carecen de autocontrol. Esta conversación, dentro de un coche mientras acudíamos a una reunión me dejó un pensamiento que trasladado a la cita que cualquier erudito podría acuñar, quedaría algo así: Es fácil ser dueño de la mente de los demás y prácticamente imposible controlar la mente propia.
¿Es verdaderamente así? No me cabe la mejor duda. El ser humano tiende a tratar de manipular a todo el que tiene alrededor. Conseguir las cosas que queremos pasa muchas veces por convencer a quien nos las tiene que dar. No hacer lo que detestamos, pasa por justificarlo delante de alguien. Ganar dinero es un reto en el que se entremezclan muchas cualidades que todo el mundo podría tener, pero que no ha sabido cultivar. En definitiva, vivimos intentando gestionar el pensamiento de los demás. Solo hay que pensar en los esfuerzos que hacemos cuando queremos que nos quieran fuera de nuestro entorno familiar. ¿El amor?
Pero nuestra cabeza es diferente, porque es sin duda lo más difícil de conquistar. Todo son retos, dietas, constancia, lucha por entender, por ahorrar, por dejar de fumar, de beber, el gimnasio. ¿Es duro, verdad? La fuerza de voluntad es seguramente la mejor de nuestras virtudes y lo más complicado de saber que es. Siempre me acordaré de aquel novio de Maya, que al final de un capítulo se sentó en un campo de setas venenosas pero irresistibles de comer y de brazos cruzados, decía no. No comer, no fumar, decir que no a la ludopatía, a las drogas, a la infidelidad o al placer sin sentido, es simple fuerza de voluntad.
Después de siete días sin comer y sintiendo que estoy al principio de una experiencia que tengo que conseguir sea diferente, puedo garantizar que todo el mundo puede hacer ayunos radicales por mucho espacio de tiempo y ni que decir tiene, que en este estado me puedo hacer mil kilómetros en un día, andar veinticinco y dormir como cachorro, con mucha más garantías que cuando comía, mi capacidad intelectual se multiplica y hasta escucho y veo mejor.
Hoy no pretendo mucho más. En el fondo tampoco prentendo nada en concreto o tal vez es un texto que me dedico a mi mismo. De cualquier manera aquí queda, recordando aquellos primeros tiempos en los que empecé con lo que mucho denominan, una locura.
¡Prometo solo una cosa! Estaremos en contacto.