Perder batallas, siempre sirve de algo. Pero aprovechar esas experiencias, siempre
pasa por salir vivo de las mismas.
La historia nos ha dejado escrito como legado de lo que no se debe hacer, las acciones y miserias de algunos tontos ilustres. Me viene a la mente el pendenciero, borracho e inútil donde los hubiera, Custer. No se me olvida la verdadera historia del VII Duque de Medina-Sidonia y lo que nos supuso que personaje de tal calibre dirigiera la Armada Invencible al fondo del mar y así, casi indefinidamente y tonto tras tonto, podríamos recordar batallas perdidas que, desde los tiempos de Herodoto, han dado lugar a catástrofes históricas.
Los españoles vivimos un momento que dejará una huella
especial, añadiendo a esa lista de los ilustres, nombres como el de Pedro
Sánchez. Y de verdad que no se trata de un posicionamiento desde ninguno de mis
ideales que hoy ya perdidos, con mucha pena no vendidos, sino de una valoración
desde esa cómoda posición de ver los toros desde la barrera.
Pasan los días y Pedro Sánchez no ceja en el empeño de querer
ser el Presidente de todos los
españoles. Es como si este buen hombre estuviera en un momento de superación
personal y tratara por todos los medios de afianzar su personalidad, como si de
un adolescente en periodo de crecimiento se tratara.
Soy de la opinión que la coyuntura política actual nos
debería de hacer reflexionar muy generalmente sobre lo que es bueno y
malo. Es decir, que cuando no hay
ilusión, solo queda la esperanza y sin ir mucho más allá debemos engancharnos a
lo malo conocido como una soga medio gastada que va a tirar de nosotros hacia
el exterior del pozo. Lo que no es de recibo es que alguien que es cuarta fuerza
política en Madrid y que representa el mayor batacazo político del centro
izquierda en este país, proceda de forma mezquina y ruin, tratando de colmar su
avaricia a costa de la ruina del pueblo.
Parece de tontos pensar que dos grandes buques puedan colisionar
en un inmenso mar. Pero lo cierto es que en la II Guerra Mundial, el capitán
del RMS Queen Mary, chocó con el HMS Curacoa, que precisamente era el barco
escolta que llevaba delante. Sin ir tan atrás en el tiempo, me acuerdo del Costa Concordia y veo en el puente de mando a un Francesco Schettino,
que perfectamente puede ser nuestro Pedro Sánchez, el que actualmente en los
últimos tiempos de su vida política y seamos socialistas o no, pretende
hundirnos sin remisión, entregando el poder a Podemos.